Adela

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Adela: El Canto de la Memoria

Cómo te imaginas la vida de una joven en los años 50, una campesina que vivía a más de tres horas del pueblo más cercano, trabajando minería, ganadería y agricultura; sin electricidad, incluso sin radio… En este episodio Adela nos cuenta con detalles cómo pasó de ser la joven que se enfadaba cada vez que se enteraba de que su madre estaba embarazada porque eso significaba más trabajo para ella como hermana mayor, a ser ella misma la madre orgullosa de doce hijos.

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Sixta Delia Granda de Vanegas, le gusta que la llamen Adela. Nació en 1936 en una zona rural alejada de la zona urbana del pueblo. En la vereda El Brasil, donde hace muchos años había una gran actividad de exploración minera.

A Adela le gusta hacer manualidades, tejer colchas y cojines. Actualmente, forma parte del grupo de la tercera edad y del grupo de baile.

Adela es una mujer alegre. Cuando percibe que la tristeza la visita, prefiere no mostrarla. En esos momentos es mejor ocuparse para mantener la mente despejada, nos explica ella. El papá de Adela trabajaba en las minas, tenía el cargo de "Segundo" y tenía trabajadores a su cargo. Cuándo él salía a "cuartiar", lo que hoy conocemos como "trasnochar", Adela aprovechaba para salir de fiesta a lugares cercanos. Mientras el padre de Adela salía hasta las 10 o 12 de la noche, ella y sus hermanas salían hasta las 8:30, antes de que él regresara.

Adela se casó a los 19 años y su esposo era 10 años mayor que ella. Se fueron a vivir a otra zona rural llamada El Cerro, en una casita que les dejó su suegro.

Estuvo casada durante 63 años hasta que la muerte se llevó a su esposo. Él trabajaba como arriero, transportando madera con unas diez mulas.

Adela recuerda que los tejados de las casas se construían con paja y las paredes con una técnica llamada bahareque, que consiste en encajar madera cubierta de barro. Las mujeres llevaban vestidos largos, muy cubiertos en el cuello y los brazos. Llevaban faldas, o "fundas" como se dice en la región, muy bonitas y almidonadas. La ropa interior la cosía la abuela en una máquina que se movía a mano. Así se acostumbró a que la ropa de casa se cosiera en casa.

La mayoría de los partos sucedían en las zonas rurales, por tradición, los bebés debían ser bautizados antes de los ocho días de nacidos. Había gente que transportaba a los bebés al pueblo, saliendo a las 3 de la mañana, los hacían bautizar en la misa del domingo a las 8 de la mañana y los devolvían a la vereda.

En aquella Ă©poca, la dieta y cuidados del posparto duraban 40 dĂ­as. Todos los dĂ­as comĂ­an caldo de pollo y arepas de maĂ­z.

Sus hijos eran 7 hombres y 4 mujeres. Dos hombres murieron

Las fiestas en casa de Adela tenĂ­an fama en toda la vereda de El Cerro. Incluso llegaban personas desde la parte urbana del Pueblo y sin invitaciĂłn. Los preparativos para la fiesta siempre incluĂ­an el sacrificio de un cerdo para todos los asistentes.

Cuando la empresa de energĂ­a llevĂł luz a la vereda El Cerro, se ponĂ­a mĂşsica de ritmos de vallenato, a todo volumen, en el equipo de sonido, en fiestas que duraban hasta el dĂ­a siguiente.

Adela recuerda a los vecinos. Los Chirolos, por ejemplo. Una familia que, toda la vida han sido del pueblo, muy parranderos, con casas muy bonitas. Siempre unidos y cerca de sus padres.

La mayor tristeza de Adela fue perder a uno de sus hijos en una muerte violenta. Fue en noviembre. Iban a construir un Kiosco para las celebraciones de diciembre, para que la parranda estuviera al lado de la casa. Desde que muriĂł el hijo, no volvieron a hacer fiestas de diciembre en la casa. No se volviĂł a hacer nada.

Las principales actividades en la finca eran la ganadería y el cultivo de café. También tenían una vaca que daba leche para el consumo diario de la casa.

Para lavar la ropa, tenĂ­an que recorrer casi diez minutos por un camino hasta llegar a la corriente de agua cercana. En cuanto al cuidado de las aves de corral, Adela recuerda que antes una gallina tardaba seis meses en empezar a poner huevos, y en el caso de los pollos, tardaban hasta diez meses en estar listos para ser sacrificados. Hoy en dĂ­a, sorprende que esto se logra apenas un mes.

Tenía hasta 20 gallinas con las que se obtenían huevos para el consumo doméstico y para la venta.

Los huevos que se llevaban desde la vereda El Cerro hasta la zona urbana del Pueblo se envolvían en papel de periódico o se envasaban en un tarro pequeño para que pudieran soportar el largo viaje a pie o a caballo.

Los cerdos se alimentaban con las sobras de la cocina, comúnmente llamadas "aguamasa", y además con maíz, yuca y plátano. Las gallinas también se alimentaban con plátano y caña de azúcar triturada.

Adela se ocupaba de ordeñar las vacas, de atar los terneros y de las demás tareas relacionadas con el trabajo del ganado.

Los hombres salĂ­an cada ocho dĂ­as al pueblo para comercializar, las mujeres podĂ­an estar hasta tres meses sin salir al pueblo.

En caso de enfermedad grave de un habitante de la vereda, el enfermo debía ser transportado en una hamaca improvisada con una colcha. El enfermo se colocaba sobre una sábana; por los extremos de los pies y la cabeza, la sábana se ataba a un madero para que dos personas pudieran llevarlo por el camino hasta la zona urbana del pueblo

Con respecto a la comida, Adela recuerda que lo más común era hacer mazamorra, frijoles con plátano y yuca, arepa y huevos. La mazamorra se hacía moliendo maíz en un pilón.

Los dulces o manjares se hacĂ­an con papaya cocida con panela y se servĂ­an con queso.

La carne se compraba en el pueblo, se salaba y se colgaba en un garabato, en la cocina, sobre el fogón para conservar la carne en buen estado por más tiempo.

Adela tiene un recuerdo de su juventud de recién casada. Con una pequeña radio a pilas, una vez pasó la mañana escuchando radionovelas. El esposo llegó a pedir el desayuno y Adela se sobresaltó al darse cuenta de que se ha pasado la mañana escuchando la radionovela.

En la escuela aprendió a bordar. Cuando terminaba el día y las tareas de la casa y el cuidado de los niños, se quedaba a la luz de una vela haciendo costura o croché.

Por lo general, el dinero que obtenía un hombre minero lo gastaba en licores y borracheras. Y el oro que obtenía una mujer se guardaba. Adela sospecha que los entierros quizás tenían más que ver con el ahorro de dinero por parte de las mujeres.

Se llamaban entierros a aquellas señales sobrenaturales que podían ser con luces en medio de los pastos o bosques; sonidos inusuales, sombras que se movían. La gente seguía este tipo de señales y encontraba botellas con oro. Cuando vivían en la vereda El Cerro, en 1990, aumentó la violencia en los campos y tuvieron que huir para vivir en el pueblo. La mayor gratitud que siente Adela es estar viva y a esta edad. Haber tenido hijos juiciosos, y haber logrado salud en el campo para que no la sacaran de la vereda muerta en una barbacoa. Una barbacoa es una especie de camilla hecha de tablas. Dentro de esta camilla se envolvía al difunto con una sábana. Y la gente de la vereda se ofrecía a llevar al difunto al pueblo.

hay una creencia que dice que los transportistas de la barbacoa no podían descansar en el camino, porque en ese lugar el espíritu del difunto se queda atado, manifestándose o “asombrando”. Para evitarlo, la cantidad de cargueros con el viaje de la barbacoa debían ser suficientes para hacer relevos en el camino, sin detener su caminar.

Adela nos habla de su muñeca, que guarda con mucho cuidado en un extremo de la sala de su casa.

Ella decía, “qué alegría una muñeca para ponerla sobre la cama. Un mes después, uno de sus hijos, el niño, apareció con la sorpresa de una muñeca. “la niña”, como llama ella a su muñeca,, Una muñeca que lloraba. Ahora la muñeca tiene Vestido de baño, uniforme, vestidos de baile. Todo hecho a mano por Adela.

El consejo de Adela a la gente es que crea primero en Dios y en sí misma. Ser amable con los demás. No hacer el mal a los demás porque esa negatividad se devuelve. Adela se siente muy agradecida por haber tenido la valentía de haber criado a todos sus hijos, ahora son todos mayores, ¿qué más alegría que esa? ¿Qué más regalo que eso?

Para llegar a una vejez tranquila, recomienda no quejarse demasiado de las cosas de la vida. Resistir, luchar, insistir y ser fuertes.

En casa de Adela hacen el rosario todos los dĂ­as, es una costumbre, un recuerdo. Una oportunidad para sentirse completos.

El consejo que se da a las personas que se van a casar es que no crean nada de lo que oyen en la calle, que sepan vivir sin celos. Se dice que donde hay amor hay celos, pero hay que saber amar y saber ser celoso sin que esto se convierta en un problema.

Esto es “El canto de la memoria”, un proyecto sobre el patrimonio inmaterial de Gómez Plata, realizado por Laura Moreno Montoya y Luis Carlos Moreno Cardona para AulaMusical. Apoyado por el Ministerio de Cultura 2021.