015. La tristeza, un asunto de valentía

015. La tristeza, un asunto de valentía
La tristeza, un asunto de valentía
La vida no siempre está en modo fiesta. Cuando llega la tristeza no siempre estamos dispuestos a mirarla de frente. En un medio donde todas las personas deben lucir prosperas y fuertes es frecuente evadir la enseñanza que proviene de la tristeza. En este episodio se habla de cómo se puede gestionar la tristeza y aprender de ella hasta salir fortalecidos.

Hola. Mi nombre es Luis Carlos Moreno Cardona y te doy la bienvenida al podcast Aulamusical: Pensamiento musical, innovación y crecimiento. Me complace que estés escuchando este podcast. Este el episodio número 15, realizado desde Medellín, Colombia.

Para comunicarte conmigo lo puedes hacer buscando mi nombre o con la palabra Aulamusical, en la red social que prefieras y también a través del sitio web www.Aulamusical.com

La vida no siempre está en modo fiesta ni los ritmos musicales están siempre en tempo Allegro. Aunque en las redes sociales hay espacios en que mayoritariamente se difunden momentos con apariencia de felicidad y aunque toda la publicidad que se consume por los diferentes medios reflejan una especie de cielo en donde todos sonríen y el sistema luce perfecto, a pesar de eso, aún a pesar de todo esto, hay momentos para la tristeza.

Así son las cosas parece que no hay lugar para las personas tristes, parece establecida una pauta social en la cual el rostro y la actitud que se debe tener para el público debe ser la de la felicidad, la fortaleza y la disposición de dar.  Pero en circunstancias naturales es imposible estar siempre con el ánimo arriba y si por algún motivo alguien se siente mal entonces apela a salir con el rostro de la apariencia, simulando que todo está bien, ya que la tristeza se le considera frecuentemente como una emoción que no luce bien socialmente.

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A los estados de ánimo decaídos se les niega, se camuflan, se esconden, se les da la espalda, se posponen, porque comúnmente se escucha decir que quien sale adelante, quien obtiene el éxito es aquella persona que se asume fuerte, que está optimista y dispuesta a traspasar el mundo. Así que no habría lugar para los tristes. Pero quien pretende estar siempre en la posición de la felicidad es como si estuviese desempeñando un personaje, que tiene un libreto. Esa disposición mental es actuada, solo se aceptan unas emociones y las otras son negadas; suponiendo que no hay tiempo para prestarles atención. suponiendo que no hay oportunidad de sentirse tristes o cansados, que no hay tiempo para esas pausas. Una vida así está una vida condicionada artificialmente. La parte emotiva no tiene la opción de balancearse. Entonces ser fuerte es la única opción, aunque ello implique fingir y así lograr sobresalir socialmente.

Ante cualquier señal de bajón anímico existen muchas opciones para negarse y escaparse de esa tristeza, y estas opciones van desde mantenerse ocupado en exceso, depender constantemente de la compañía de otros; ingerir fármacos, sustancias químicas, alucinógenos, el licor. Estas opciones son solo una forma de posponer  o de evitarse.  Reflexionar sobre sí mismo toma tiempo pero las personas están de prisa y prefieren remedios inmediatos que con apariencia de efectividad generen un enmascaramientos para evitar la sensación de tristeza.

Las emociones en general son positivas. Cada una trae un ritmo mental y una forma de visión para obtener aprendizajes de la vida. En el caso de la tristeza he considerado que es un estado anímico que nos permite ver la vida en cámara lenta, y esa forma de observación permite reflexionar sobre detalles que en otro estado anímico no sería posible. Observar sobre nuestras relaciones interpersonales, observar sobre la familia, observar sobre la escala de valores que le asignamos a lo que hacemos y de esa manera hasta logramos reorganizar las  prioridades en la vida.

Cuando los ánimos no están de buen semblante la mente resulta ser la principal causa de auto castigo. Los  pensamientos actúan en contra, tienen un comportamiento autodestructivo. Por ello es bueno hacer oposición a la serie de pensamientos que bombardean, y mejor permitirnos analizar con lógicas y  encontramos que en medio de todo hay otras ideas positivas que contrarrestan, que compensan. Usar la lógica puede ayudar. Se puede hacer un inventario y concluir que hay motivaciones y aspectos positivos por los que se justifica  levantarse.

Buscar consuelo es un recurso de doble filo, a veces lo que se obtiene puede ser completamente opuesto a lo que se espera. A veces lo que se recibe de otras personas puede terminar siendo más doloroso. Esto sucede porque en un estado de indefensión anímica, cuando una persona se siente en desventaja espera que el mundo le comprenda, que el mundo le diga las palabras que ya la mente lastimada espera escuchar. Pero el mundo no está preparado para sintonizarse con la debilidad de cada persona.

Aunque en el cerebro hay una zona encargada de establecer la empatía con los semejantes de la especie, cada persona lleva tanto tiempo mintiéndose sobre sus propias tristezas que se niega a escuchar sus propias señales de bajones anímicos y por ello igual no tiene las antenas dispuestas para sintonizarse con las señales de desventura de otros seres humanos. Cada quien tiene sus propios infiernos y sus propios afanes por los que se les hace difícil detenerse a ponerse en los zapatos de una persona en situación de debilidad.

La persona que se asume triste y que no se niega su tristeza tiene más posibilidades de resolver los tropiezos que le suceden que aquellas personas que se niegan la oportunidad de aprendizaje y reflexión, reflexión que solo es posible a través de la tristeza.

La persona alegre está en posición  de dar, de escuchar, de estar pendiente de muchas personas pero en el momento en que la persona pasa por situaciones desfavorables, la mente se pone en actitud de mendicidad, esperando asistencia de los demás; y esto es difícil porque no es fácil encontrar esa respuesta porque en el fondo todas las personas tienen un predisposición en la cual la tristeza resulta ser molesta. Los demás esperan encontrarse constantemente héroes, personas inspiradoras pero no a una persona que se autoproclama en desventaja. Triste. Esto no es una actitud malintencionada, no hay un posición de juicio en lo que menciono sino que cada quien va con tanto  afán, ocupándose de sus tareas y huyendo de sus propios asuntos dolorosos que es apenas natural que quieran evadir a lo que se les relacione con esto de mirar la tristeza, con esto de hacer una pausa y mirarse las debilidades o las debilidades de otros.

Pero bien, los estados de ánimo, en circunstancias normales son un péndulo, se entra y se sale de ellos fácilmente. Reconocerse en un estado anímico desfavorable implica también hacerse un seguimiento, es importante escribir sobre las observaciones y conclusiones que se van sacando y de esa manera convertirse en un evaluador sobre el proceso de evolución.

También es importante tener conciencia sobre los ventajas de los aprendizajes que son posibles en este estado, ir sacando conclusiones y agradecer porque gracias a esas conclusiones hay más conciencia, más aprendizajes. Cada día es una oportunidad de dar pequeños pasos  que sumados consistentemente en la misma dirección pueden fortalecer. Cada día es una oportunidad para una nueva demostración de valentía y aunque esta no necesariamente debe ser reconocida por los otros cada quien en su autoseguimiento debe celebrar y reconocer que el riesgo asumido representa un avance.

En un día puede que lo que resulte más valioso sea conservar la actitud de quedarse en casa pero hay que estar muy atento porque puede que al siguiente día lo que se necesita sea precisamente lo contrario: salir a espacios abiertos, moverse, poner el cuerpo en circulación respirar nuevos aires; sentirse en conexión con otros ambientes.

En un día puede que lo que se quiera sea el silencio pero al siguiente día puede que te des cuenta que el mayor tesoro que se puede recibir es esa palabra de aliento, ese mensaje, ese saludo de quien menos lo esperas.  Palabras que se convierten en combustible para reanudar la marcha. Puede que haya un día en que quieres evitar pensar acerca de lo que te golpea y quizás para ello puedes usar la música quizás para eso puedes dedicarte a hablar de circunstancias de otras personas, de entrarte  de los problemas de otras personas, pero también está el día en que quieres concentrarte más que nada sobre lo que te está pasando; convertirte en tu propio centro investigador de análisis y darle vueltas a lo que te está pasando.

Cuando la persona está triste valora más el abrazo que incluso imaginarse en medio de una multitud; cuando la persona está triste valora más el tacto de una mano que apoya en silencio, más aún que los discursos largos y desconectados de sentimientos y de afinidad.

La tristeza es una oportunidad para sentirse más sensible; los ojos observan más; los oídos escuchan más; la mente elabora más ideas. La persona en estado de tristeza se vuelve más observadora y en ese estado, incluso, parece que las horas del día no alcanzan y la mente sigue trabajando aún en las horas de la noche.  El cuerpo desea descansar, escaparse de las horas del día pero contrariamente la mente desea seguir revisando y especulando acerca de las ideas de su tristeza. Esto es natural; es natural que esto pase. La persona que está golpeada está fragmentada en su cuerpo en sus conexiones nerviosas,  en su disposición energética y en sus ideas.  Es necesario hacerse ese inventario de lo que se tiene; de lo que uno es, porque es la manera en la cual es posible iniciar el camino para rearmarse para reacomodar las piezas y volverlas a poner en su lugar.

Hablo de estos detalles, que las personas que siempre han estado del lado positivo, que han tenido siempre la fortuna de la vida, podrían calificar de cursis, pero quien en algún momento ha pasado por una adversidad anímica comprenderá y verá sentido en lo que estoy diciendo.

Cuando se está experimentando una temporada de tristeza, a través de ella se puede revisar la valoración que se la ha dado a la familia, a algunas amistades. Se evalúan las prioridades y se establecen valores para considerar nuevas prioridades.

El apoyo más importante no es el que proviene de una sola persona sino el que uno mismo permite darse a través de la autovaloración de los pequeños detalles que pueden venir o de miembros de la familia, de personas externas a ella, se valora lo que se puede aprender de personas que han vivido experiencias similares; la motivación que se puede recibir de personas frescas, como los niños, o la inspiración que puede provenir de personas lejanas que incluso ni conocemos pero que nos dan  señales a través de lo que dicen o hacen que resultar motivadoras.

Realizar ejercicios de relajación es una muy buena medida para poner orden en los pensamientos y, más aún, lograr  generar quietud y armonía emocional. Los ejercicios de relajación pueden provenir de prácticas de respiración, o de yoga o de cualquier práctica que estimule la disposición positiva involucrando tanto la mente , el cuerpo y las emociones.

Durante la crisis son muy importantes los momentos de reflexión, tomar nota de las observaciones e ir sacando conclusiones. Las experiencias de reflexión y de lógica, aportan a que la mente resuelva más rápido el remolino de ideas. Mientras más detalles logremos aterrizar al papel menos energía invertimos en las divagaciones mentales que dan vueltas de día y de noche en la cabeza.

Es importante sacar conclusiones sobre la imagen que se tiene de sí mismo.  Perdonarse  si hay algún sentimiento de culpa sobre las posibles causas que hayan hecho que ahora se esté viviendo ese estado. Es importante revisar y darse cuenta que antes también se han tenido momentos difíciles y se ha tenido la fortaleza para seguir adelante.  Es importante establecer propósitos sobre aquellas cosas que se desea lograr, es importante ponerse como centro de todas las prioridades. Cada quien es su principal médico, su principal paciente, cada quien se conoce mucho más cuando se tiene la valentía de mirarse de frente sin auto engañarse.

El humor es una tremenda medicina no sé explicar en este momento cómo interviene en el cerebro pero me atrevo a decir que en la zona del cerebro donde reside el miedo o la tristeza se siente un gran alivio cuando ponemos nuestro cerebro a prestarle atención a aquellos recursos que se que se consideran de buen humor ya sea lecturas, audios o videos. Es como si el sentido del humor tuviera la capacidad de anular la desesperanza, como si el sentido del humor fuera un augurio, una especie de evidencia de confianza, un anuncio de que hay un terreno seguro y que todo puede estar bien. El humor es una tremenda medicina, activa reacciones diferentes opuestas a las que se activan con el miedo o con la tristeza. El humor nos libera, nos permite soltar la tensión. Libera dopamina. Una carcajada aumenta la oxigenación del cerebro. El humor alimenta el estado de relajación.

Por último y muy importante menciono el poder de la actitud de oración. Sin importar cuál sea la creencia, sin importar cuál sea la concepción que se tenga acerca de creencias o convicciones divinas.  La actitud de oración ejerce un efecto de alivio y aporta confianza. La oración puede ser vivida expresando actitudes sinceras de agradecimiento, de amor hacia los otros y expresando las convicciones sobre las conclusiones o propósitos por los cuales deseas luchar todos los días. Es fácil orar para pedir, pero la oración que dedica parte a agradecer por las oportunidades que ahora se tienen, la oración que expresa una actitud de amor hacia los otros y que expresa propósitos concretos sobre los pasos que deseas dar cada día para levantarte; independiente de la creencia que se tenga, se experimenta inmediatamente una fortaleza. Sean escuchadas o no, las oraciones sinceras, con solo ser pronunciadas permiten una sensación inmediata de  bienestar como si este ya fuera en sí mismo la respuesta.

Espero haberte brindado información que te genere inquietudes para que consultes más sobre el tema de este día. Me despido mencionando una frase que dice “Valiente no es quien no siente miedo sino aquel que aún sintiendo miedo se atreve”. Nelson Mandela.

Doy las gracias a Lina, a Laura, a Libardo mi padre, a Mónica, a Ana María Restrepo a las hermanas Gabriela, Gladys y Cristina Montoya. Gracias al grupo de Whatsapp “siempre unidos” de mamá Graciela, a los compañeros de la maestría    y gracias a las bebidas de toronjil por haber aportado en este episodio.

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Cada mensaje resulta ser muy importante.

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Mi nombre es Luis Carlos Moreno Cardona. Estamos pendientes de seguirnos encontrando en el próximo episodio y recuerda que el contenido de este día también está publicado en texto en  www.aulamusical.com/latristeza

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